Un
pueblo remoto que agoniza, una vieja historia y la posibilidad de un futuro
mejor componen el escenario de esta novela, cuyos personajes, ante la
encrucijada que imponen los nuevos tiempos, buscan la manera de dar otro
sentido a sus vidas.
La madurez, la incertidumbre laboral y la
despoblación de las zonas rurales parecen condenarlos al fracaso, pero algunas
veces el pasado y el futuro se confabulan para ofrecer una salida a quien se
atreve a embarcarse en una aventura, personal y profesional, tan estimulante
como incierta.
Buscar
un tesoro, escribir un libro, construir un hotel o encontrar el amor pueden ser
el antídoto, la vía de escape para estos hombres y mujeres enfrentados a un
mundo tornadizo e imprevisible, que mañana será pasado y dará sustento a lo que
ocurra en el futuro.
CÓMO COMPRARLO:
· Puedes
pedirlo en cualquier librería.
Por lo que a mí se refiere, dediqué a reescribirlo casi
todo 2019; y digo reescribirlo porque se trata de una novela cuyo borrador
original data de casi diez años antes.
Andaba por ahí, mecanografiada y con algunos
capítulos perdidos para siempre. Otros contenían numerosos errores, propios de
mi falta de experiencia como escritor; pero la idea me gustaba así que, con la
inestimable ayuda da Inmaculada Miñano, volví a escribirla de nuevo.
Creo
que el trabajo ha valido la pena y que el resultado se ajusta a la idea
original. Es una historia de “segundas oportunidades”, un canto de esperanza y
optimismo ante las dificultades que muchas veces, siempre, nos impone la vida. Pero
también una historia realista, muy alejada del entusiasmo fácil, donde no faltan el misterio, la tragedia y unas gotas de romanticismo.
A continuación, a modo de anticipo, dejo algunos párrafos del primer capítulo.
CAPÍTULO UNO
Anochecía, la tarde del domingo llegaba a su fin y sobre la estrecha
carretera descendían lentamente las sombras. En lo alto, entre las copas de los
árboles, brillaban las primeras estrellas en un cielo limpio y despejado, como presagio
infalible de una helada intensa. Hacía mucho frío.
Dentro del pequeño utilitario azul la temperatura resultaba más
agradable, olía a una mezcla de tabaco y ambientador barato, y en la radio sonaba
el resumen deportivo. Era un entorno acogedor y casi familiar, como la
prolongación ambulante del saloncito de casa.
A Víctor Luján no le gustaban este tipo de viajes, que consideraba desplazamientos
inevitables, porque pensaba que viajar era algo muy distinto a ir y venir los
fines de semana entre su casa de Valladolid y el puesto de trabajo en Atalaya
del Duque.
Aunque quizá fuera más acertado decir el nuevo
puesto de trabajo, porque la pequeña sucursal del la Caja de Ahorros en aquel
pueblo remoto del norte de la provincia había sido para él, hasta hacía muy
poco, un lugar ignoto y desconocido, casi exótico. Una de tantas oficinas
insignificantes, repartidas por el territorio en otros tiempos pero sin peso
específico en la cuenta de resultados.
¿Quién iba a decirle que algún día,
traspasado ya el umbral de la madurez, acabaría desterrado en un lugar como
ese? Sí, desterrado era la palabra exacta.
Todo había empezado un mes antes, pero formaba
parte de un movimiento oscuro, una tendencia siniestra, que llevaba manifestándose
algunos años aunque, ya era tarde para
reconocerlo, no le hubiera prestado la
atención que merecía.
Hasta que ese movimiento oscuro, esa tendencia
siniestra, lo alcanzó también a él.
Seguro que me apasionará como los anteriores. Enhorabuena amigo
ResponderEliminarEspero que sí, Pepe, esa es la intención.
EliminarExcelente comienzo, José Carlos. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias Blanca, me alegro mucho de que te guste porque tu opinión es importante para mí.
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